Durante más de 50 años, el modelo económico cubano se basó en lo que algunos economistas nombraron “estadolatría”, o sea, que el Estado devino responsable de la educación, la salud, la actividad laboral, etc., de todos sus ciudadanos, generando un denso y complicado aparato administrativo (mejor dicho, burocrático) que obstaculizaba cualquier cosa que no estuviera “orientada”. No existía, pues, un equilibrio entre el pensamiento y la acción, y sabido es que lo que no está bien pensado, muy pocas veces puede ser bien ejecutado.
Así las cosas, las disposiciones jurídicas para ordenar el trabajo por cuenta propia (TCP) desataron un flujo legislativo casi continuo, pues algunas normas jurídicas una vez emitidas, eran sustituidas por otras en un breve lapso, lo cual, por encima de todo, evidenció la voluntad del Estado cubano para rectificar sus decisiones en el menor tiempo posible.
La enorme variedad de actividades –que ya se acercan a 200-, como por ejemplo alquiler de viviendas, artesanos, transportistas, peluqueras y barberos, paladares, vendedores ambulantes de viandas y frutas, y “quemadores” de CD musicales o fílmicos, entre otras, implican figuras laborales diversas aunque dirigidas todas a reducir el presupuesto estatal. Todo esto conlleva implicaciones sociopolíticas, de gestión de conocimiento y de desarrollo organizacional; o dicho en otras palabras: no pueden quedar brechas a la improvisación y la superficialidad.
En tal sentido, todavía hoy persiste la arbitraria manipulación de los precios, sobre todo entre los distribuidores de productos agropecuarios y algunos artículos denominados de primera necesidad, así como otras formas de trato abusivo expresado, por ejemplo, en una suerte de monopolio de mecánicos de autos particulares y servicios electrodomésticos, que irrita sobremanera a amplios sectores poblacionales.
Sin embargo, fuentes estatales cubanas confiables admiten que en los próximos años más de un millón de personas deberán transitar hacia las áreas de trabajo no estatal. De ahí la imperiosa necesidad de avanzar hacia nuevas modalidades del TCP, pues ya hoy algunas dan señales de saturación (alquiler de inmuebles, gastronómicas o transportistas, fundamentalmente).
En la actualidad, en la capital cubana como en algunas provincias clave – Holguín, Cienfuegos, Villa Clara o Ciego de Ávila- algunos TCP manejan con soltura conceptos de marketing, recursos humanos y análisis de mercado, y se valen de Internet y Facebook para contactos internacionales que contribuyan al desarrollo de sus negocios, asociados generalmente a familiares residentes en el exterior, algo que resulta impensable en cualquier entidad estatal.